Para comenzar debemos orar y discernir con Dios las desiciones importantes de nuestra vida, a mayor importancia mayor discernimiento. Pero no debemos echarle la mano a Dios, nosotros también tenemos que hacer nuestra tarea. Si tienes una situación difícil utiliza la razón evalúa los pros, contras y las posibles consecuencias de tus desiciones. Investiga lo más que puedas.
Como dijo San Agustín:
“Reza como si todo dependiera de Dios. Trabaja como si todo dependiera de ti.”
Debemos diferenciar también entre nuestra voluntad, lo que creemos que es la voluntad de Dios y la voluntad de Dios.
Nuestra voluntad es evidente es lo que queremos hacer si o si. Podemos querer algo tanto que podemos tratar de justificar nuestra voluntad como si fuera la voluntad de Dios. Debemos ser humildes y orar, ver profundamente en nuestro interior y pedir iluminación por parte del Espíritu Santo, quien es él que puede inspirar en nosotros la mayor sabiduría.
Dios puede tomarse su tiempo en responder (en mi experiencia me responde bastante rápido la mayor parte de las veces) pero nunca llega tarde.
Mi tip
Si tu decisión va en contra de los 10 mandamientos, no es la voluntad de Dios.
Adicionalmente puedes buscar inspiración también, tanto en las enseñanzas de las sagradas escrituras, como en el catecismo y en la vida y elecciones de los santos.
Porque Dios es perfecto, jamás iría en contra de su palabra ni sus mandamientos. Cualquier cosa que vaya en contra de esto, ni es su voluntad, ni es el camino correcto.
Comprendo que las situaciones de esta vida son muy complejas, sin embargo entre más desorden en nuestra vida, más complicada es. Procuremos ordenar nuestra vida y tomar mejores desiciones. Todos sabemos en el fondo lo que es correcto de lo que no. El pecado es desorden. Una vida ordenada es la voluntad de Dios.
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